Josep Pla (1728 - 1762): Stabat Mater en Mi bemol mayor
Wolfgang Amadeus Mozart: Réquiem K. 626, en re menor
El último año de su vida, Mozart no solo ofrecía al mundo su inacabado Réquiem, sino también La flauta mágica, La clemenza di Tito, el Concierto para clarinete, el motete Ave Verum Corpus, el último de sus conciertos para piano (el núm. 27), diversos lieder, minués, danzas y contradanzas para orquesta, algunas arias, un quinteto de cuerda, variaciones para piano y muchas piezas más (¡solo con las obras del último año ya habría pasado a la historia!).
Y también dos pequeñas cantatas: Vosotros que reverenciáis al Creador del universo infinito... y ¡Proclamemos nuestra alegría!..., que respiran el espíritu de la Oda de Schiller que Beethoven convertiría en la novena... Todo el último año de su producción tiene mucho de epílogo y de salutación, y se mezclan los temas sacros, los temas humanistas de la masonería, la exaltación de la mujer o la música por sí misma...
El inacabado Réquiem es el broche de oro de su milagrosa producción. Que esté inacabado solo nos recuerda que la naturaleza siempre está por encima de nuestros anhelos. Gianandrea Noseda, principal director invitado en el Mariinsky durante años y en la London Symphony, y titular de la National Symphony Orchestra y de la Orquestra de Cadaqués, sabe que el Réquiem de Mozart es mucho más que una obra bellísima... El Réquiem ha adquirido para la humanidad, desde el primer compás de su existencia, una dimensión metafísica y, como decía el propio Mozart en su última cantata, expresa un deseo de fraternidad:
Que nuestra alegría sea proclamada
fuerte y alegremente por la orquesta,
que el corazón de cada hermano se sienta
resonar en estos muros.
Pues consagramos hoy este lugar,
a través de la cadena dorada de la fraternidad
y de la unión auténtica de los corazones,
como nuestro templo.